Una mañana después de ir a una práctica de ecología que realizamos en los terrenos de un parque ecoturístico, recogí flores silvestres de regreso para poner en la mesa de mi casa, era tajonal, crecía a los costados de la carretera donde estabamos. También era fin de año. Cuando llegué a casa, las puse en un frasco en la mesa del comedor, después limpié la casa, prendí un incienso y me puse a bailar como siempre me ha gustado hacer cuando estoy sola. Fue mi manera de despedir el año y recibir el otro.
Amo disfrutar de las cosas sencillas, lo natural, lo que no necesitas forzar para que suceda. Amo reír por cualquier bobada y hacer reír a la persona con la que estoy compartiendo un momento, no hay mejor satisfacción que ver un corazón alegrarse por ti. Por eso ahora me alejo de lo que no fluye y no es que no lo intente, lo he intentado un chingo de veces, solo para comprender al final que era como ya sabía que era. Así aprendí a mantener distancia con quien no sabe reir conmigo y que las cosas deben ser recíprocas si no, no son.
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