Solía pensar en la vida como algo lineal, un principio con final. Un día esa percepción cambió debido a una tarea, entre la información que buscaba para elaborarla encontré algo sobre la cosmovisión maya. La filosofía que tenían acerca de la vida, no como un camino entre dos puntos sino como un transitar cíclico, esta percepción hizo mella en mí y fue el inicio quizá del cambio de muchas de mis creencias.
Así lo que en principio fue una afinidad de gustos al elegir mi carrera, se convirtió en una pasión, pues al estudiar la vida la conocí desde diferentes aspectos y la amé. Entre las cosas que comprendí en aquel entonces en lo alejados que estábamos de la naturaleza. De como nuestras creencias la situaban en algo a nuestra disposición y no como parte de nosotros, al final de cuentas somos uno.
En la naturaleza los hongos tienen la labor de descomponer y reciclar la materia orgánica, de esta manera crean el suelo, asimilan agentes contaminantes, ayudan a nutrir plantas y también a enfermarlas, entre muchas otras cosas más. Son considerados los recicladores de la vida silvestre -los que practican el verdadero arte de reciclar- un proceso elemental en los ciclos ecológicos que permiten la continuidad de la vida. Sin embargo, al considerar a la naturaleza como un recurso material para nuestra subsistencia no tomamos en cuenta una de las leyes fundamentales que la rigen: el principio general de la conservación de la energía conocido por medio de la frase "la energía no se crea ni se destruye, solo se transforma".
Afortunadamente este lema es parte de la inspiración para la creación de un modelo económico y social alternativo, conocido como economía circular, cuyo objetivo es reducir el uso de materias primas y energía, reutilizar los recursos y reciclar los residuos. Integrando así otro estilo de vida, uno que se asemeje a lo que ya existe en la naturaleza, nuestro ejemplo más sabio de como vivir.
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