“La naturaleza es puro espíritu, es el artista más grande. Si quieres documentar su arte, tienes que ver el Arte en la naturaleza.”
Orsolya Haarberg
Desde hace unos días tengo un pequeño ritual por las mañanas, aprovecho el privilegio de tener ventanas grandes en la oficina donde trabajo y que estas colindan junto a un terreno baldío con vegetación segundaria, algunos árboles y más al fondo el manglar. Así que, como usualmente llego temprano, suelo abrir las ventanas para disfrutar del aire de la mañana y del canto de las aves, antes que todo el mundo llegue. Es lo más parecido que tengo a mis momentos de café en el pequeño jardín de la casa, unos breves minutos.
En el horizonte los árboles en crecimiento cubiertos por una enredadera con flores blancas donde diferentes polinizadores se acercan durante el día. A veces un colibrí ronda por la ventana, otros días son palomas, o lagartijas que se columpian entre las ramas de los árboles. Suelo perder mi mirada en ese contraste entre el verde de la vegetación silvestre y el azul del cielo despejado. Sobre todo cuando las mañanas son soleadas y tienen ese brillo especial que solo se observa en el mes de noviembre. Este placer, esta paz, este amor es lo que suelen denominar Biofilia.
Hay días en que mi mirada se pierde en ese horizonte buscando formas de promover por todos lados esta pasión, cambiar esos paisajes de concreto llenos de residuos por la belleza silvestre que solo la naturaleza sabe crear, hacer de nuestro entorno un paraíso, regresar al jardín: nuestro santuario.
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