El paisaje se construye desde adentro.

Aline Petterson

domingo, 18 de diciembre de 2016

La palabra desnuda

Desde los 15 o 16 años, tuve curiosidad por el hombre y por la diferencia entre el hombre vestido y el hombre desnudo; el hombre tal como es y el hombre tal como se muestra en público, e incluso tal como se mira al espejo. Todas mis novelas, toda mi vida no han sido más que una búsqueda del hombre desnudo.”
Georges Simenon

I

¿Quién eres cuando duermes?
Junto a la máscara, los sueños:
voces mudas del día.

Ignoramos la verdad para asirnos a nuestros miedos profundos,
acumulamos deseos bajo la manta que cobija nuestro cuerpo.
En el espejo encontramos nuestro sueño,
rostros distorsionados por la mirada primeriza.

Tus ojos, la ventana a mí misma.
Sostengo la mirada sin recato,
te encuentro en el silencio incómodo
que acompaña nuestro reconocimiento.

Te veo tras el misterio sensual donde escondes tu desnudez.

II

Escribo,
no es mi piel quien se exhibe,
es algo más, es el abismo,
la noche donde guardamos el rostro original,
el barro que compone nuestros huesos.

Éramos niños cuando aún jugábamos a la orilla del mar, 
el aroma de los establos impregnaba los viajes por carretera.
Dedos llenos de chocolate, nuestros labios henchidos.
En el asfalto se quedó el viejo juego de inventar canciones,
en el mar los castillos que construimos en la arena.

El presente es un verso que se reinventa cada día,
es una palabra desnuda e irreverente.

III

Me gustan los locos,
no se preocupan por la desnudez,
no saben de vestidos, ni de posturas.

Irrespetuosos,
sin el mítico dilema de ser,
habitantes del nunca jamás. 

Te miran a los ojos sin temor,
te aman sin pedir permiso,
arrebatan horas muertas para convertirlas en sonrisas
y te desnudan con una canción.

Su hogar es una fábula escrita en una noche de viaje a las estrellas.

IV

No hay nada más desnudo que un bosque,
sus caminos descubren nuestros pasos,
sus aromas se impregnan en la piel,
atraviesan nuestros ojos
se quedan en la memoria.
Aromas a madreselva, savia,
almizcle.

Un bosque es intensidad,
arrebato,
claroscuros sin retorno.

Las hojas acumuladas en los senderos
reflejan los rayos del amanecer,
el aleteo repentino de un ave rompe el murmullo del viento,
aquí el tiempo se detiene,
aquí no soy más,
pues le pertenezco.

V

En la intensidad del río confluimos,
intentamos traspasar los límites
y nos perdimos en el abrupto choque de nuestros cuerpos,
con la efímera sensación de eternidad
que el oleaje intenta recordarnos.

Desvístete antes de sumergirte en el agua,
deja a un lado las heridas y los temores,
deja que la piel sea el puente,
el lenguaje,
el punto de unión.


VI

Leer al otro,
es encontrarse con la mirada que adornan sus ojeras,
con sus manos estrujando de nuevo la hoja,
su voz incorpórea,
transparente.

Es escuchar sus silencios
y reconocerlo en los tuyos.
Es encontrar alguien afín,
un cuerpo cuyo calor transciende el tiempo,
el deseo,
lo irreal.

Leer al otro es asirlo a través de la mirada escrupulosa,
a veces para amarlo,
otras para desdeñarlo.

El rechazo es aquella vergüenza
después del paraíso. 

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