El paisaje se construye desde adentro.

Aline Petterson

viernes, 20 de marzo de 2015

El abrazo más grande del mundo




El amanecer lo sorprendió cuando terminaba de darle forma a las alas. Dejó el querubín sobre la mesa y tomó un trago del café de olla que le dejó Mariana. Tomó sus cosas y salió de su casa, el valle estaba cubierto por un manto blanco, esta será una jornada larga –pensó-. El camino al pueblo es por senderos empedrados, llenos de polvo. No hay otro modo, la tierra no da para mucho. Pero tiene el barro negro y sus manos que aún lo pueden moldear. Al finalizar el día no había conseguido más que para la comida del día siguiente. Su regreso a casa no fue menos pesado que el de ida; sobre si, traía la pesadumbre de la pobreza; ese día a día desquiciante que se repite como una historia sin fin. Al abrir la puerta de su casa, ya la pequeña Anayeli lo esperaba, una sonrisa enorme en los labios, sus grandes ojos negros y sus brazos extendidos. Él respondió a su gesto con un gran abrazo. Entonces la oscuridad desapareció, fue un pequeño sol en medio de la noche.