El paisaje se construye desde adentro.

Aline Petterson

domingo, 22 de junio de 2014

Nueve estrellas



-Te va a castigar Dios por el desperdicio- afirma la nana.

-Quiero tomar café. Como tú. Como todos.

-Te vas a volver india.

Su amenaza me sobrecoge. Desde mañana la leche no se derramará.

 

Los que por primera vez conocieron esta tierra dijeron en su lengua: Chactajal, que es como decir lugar abundante de agua.

 

Agua donde se miró el mecido ramaje de los árboles. Agua, amansadora lenta de la piedra. Agua devoradora de soles. Todas las aguas no son más que una: ésta, con su amargo presentimiento del mar.

 

Y la espesura de ojos feroces de pisada sigilosa, de garra rápida.

 

No se olvidaron del árbol que llora lentas resinas. Ni del que echa mala sombra. Ni del que abre unas vainas de irritante olor.

 

Y en medio de todo, sembrada con honda raíz, la ceiba, la nodriza de los pueblos.

 

-¿No te gustaría hacer un viaje conmigo? Nos iríamos al monte, al mero corazón de Balún-Canán, al lugar donde viven los nueve guardianes. Los mirarías a todos, tal y como son, con su verdadera cara, te dirían su verdadero nombre.

 

Ahora vamos por la calle principal. En la acera opuesta camina una india. La veo me desprendo de la mano de Amalia y corro hacia ella, con los brazos abiertos. ¡Es mi nana!¡Es mi nana!


Fragmentos del libro Balún Canán