Y fue mi loco amor inasequible
Roberto Carlos es uno de mis temas favoritos en cuanto a música se refiere. Esto se debe a que es un símbolo de mi verdadera patria, aquella patria de Rilke, un lugar sin geografía fija. Un lugar que se refiere más bien a un tiempo: la infancia. Hablo de viajes en carretera, del aroma a cigarros mentolados, de música.
Roberto Carlos es, además de
Santana, quien me recuerda a mi padre. Son sus canciones como aquellos guisos que nos quitan los dolores del alma. De esos aromas de una casa
antigua y de los abrazos que nos salvan.
No podría elegir una canción
predilecta de él, son muchas. Su voz melancólica es muy afín a mi estado
predilecto. De sus letras he aprendido que
el amor nunca pasa de moda. Que el
amanecer es el mejor momento para hacer el amor. Y que uno puede hacerlo todo
el día.
Yo te recuerdo porque nunca te olvide
Le canta a esas personas que
no se olvidaran nunca. Que a pesar de que se quedaron en el pasado, a veces no
nos viene mal querer saber sobre ellas. Para todas esas personas siempre existe
una canción que nos la recuerda. Esto lo descubrí una tarde mientras hacia las
prácticas profesionales y puse un disco suyo.
Por ella me pongo a cantar aunque este sufriendo
No fueron los cuentos de
cenicienta, ni de los de la bella durmiente los que me dieron demasiadas expectativas
acerca del amor. Fue ese amante a la antigua y todas esas canciones acerca de
como un hombre ama a una mujer. Con sus desayunos en la cama. Con sus
propuestas que me recordaron en más de una ocasión lo mucho que deseaba un amor
así.
Yo quisiera ser civilizado como los animales
No solo he llorado con sus canciones.
También he reafirmado mis credos. Como cuando le canta a la vida, de lo que
hacemos con ella, con nuestra naturaleza y con nuestra gente. En esos momentos
mi corazón se encoge y es como todas las emociones se acumularan de pronto
dentro y quisieran salir de golpe. Y es que es como dice Mafalda: “el mundo
esta enfermo”, le duele México, le duele África, Asia, América, Europa…el mundo
muere y yo extraño como nunca esa patria sin geografía.
Y no vi las luces que eran advertencias…
Prometo Sonreír. Gracias Roberto.